Quien es Martín en la serie más exitosa de Canal 13, habla del episodio más visto de las 4 temporadas, cuando anunció que será padre. El lunes el equipo terminó de filmar. Aquí, el otro mundo.
Foto ALFONSO DIAZ
La cuarta temporada de "Los 80" vuelve a ser un fenómeno. "Tampoco entiendo mucho el por qué", dice sonriendo Tomás Verdejo, quien interpreta a Martín, el hermano del medio de la familia Herrera. El promedio de los 6 capítulos emitidos es de 29.8 puntos de rating. El episodio del domingo pasado fue el más visto de la historia de la serie, con un promedio de 34,6 puntos y peak de 39,1 puntos. Martín le cuenta a Juan (Daniel Muñoz) y Ana (Tamara Acosta) que va a ser papá. "Debe haber sido la escena de mayor silencio de la TV chilena. Más de 1 minuto en el que no pasa nada. El silencio lo tiene todo. No es necesario nada más", añade.
El lunes pasado Boris Quercia terminó de dirigir y ahora está sumergido en el proceso de posproducción. "Hacemos unas 4 escenas por día, muy ensayadas cada una. Trabajamos como en el teatro", comenta el actor.
Y aunque no quiere dar pista alguna sobre el final, describe: "Los capítulos se vienen muy intensos. Viene harto drama, real. La relación en la familia se vuelve súper frágil. Hay que empezar a buscar los salvavidas para recuperar lo que era. Por hartos factores, externos e internos... El último capítulo fue emocionante. Difícil. Esta temporada fue la más emotiva, fue raro terminar. Atamos cabos. No sé que pasará. Pero (Rodrigo) Cuevas siempre se las arregla".
La verdad, es que viven un mundo paralelo. "Uno se transporta. Yo llegué acá solo y hoy somos una familia. Todo lo que vemos a nuestro alrededor nos traslada a otra época. Estás todo el día sin ver teléfonos, nada. Se genera esa especie de hoyo negro, que uno traspasa. Termina el día, vuelvo a la casa y todo es un poco raro".
Tomás no vivió esa época, tiene 28 años. Es de Viña del Mar, por eso cada vez que viaja a casa ve los episodios en familia. "¡La primera temporada era un show! Cositas para picar, amigos invitados, y yo al medio. ¡Me daba una vergüenza!", cuenta riéndose. "Uno se siente orgulloso del trabajo. Me pasó que mucho tiempo no quise ver lo que hacía. Y después me di cuenta que tengo cosas que mejorar, pero también otras que están muy bien".
Su rol es pura introspección. "Martín tiene un mundo interior mucho más grande que el exterior. Todo lo vive por dentro. Está en una constante búsqueda de algo. De la felicidad, probablemente".
El director en ocasiones conversa con ellos el cómo los personajes van a reaccionar. Incluso algunas veces han rodado dos versiones distintas. "Los guiones están tan bien escritos que fue súper fácil para nosotros acercarnos... Y claro, Martín no es totalmente opuesto a lo que yo soy".
-¿Tú eres así de introspectivo?
-Sí. Pienso mucho las cosas. Contemplo. Soy lento para responder. Vivo un ritmo más piola, que me agrada mucho. Viví toda mi vida frente al mar. Cuando tienes algún conflicto, basta con que vayas al mar, estés un rato ahí, y se te pasan todos los problemas. Eso te va formando de cierta manera. Al personaje yo le entrego ese tempo interno. Y esa emocionalidad.
"Al principio era atroz"
Tomás ya filmó dos películas. "Ulises", de Oscar Godoy, y "Mejor no fumes", de Daniel Peralta, con quien volverá a rodar su próximo filme. Además, juntos trabajan en un nuevo proyecto que escribe Verdejo.
Con su compañía, La Sobremesa Teatro, prepara un montaje para Lastarria 90. Perteneció a una banda, dibuja, quiere estudiar escultura. "Siempre quise ser arquitecto. Y después ilustrador... Quiero retomar ese lado".
En la TV no tiene nuevos planes, ya grabó para la serie "Vida después de la vida". En Canal 13 también tuvo un único paso en teleseries, con "Feroz". "Pero no me llenó ese trabajo, sentí que todo lo que había encontrado se fue a las pailas. Por eso hay que ir buscando siempre nuevas cosas", admite.
Todo esto tiene que ver con entender la vida, sostiene. "El teatro me ha ayudado a encontrar un montón de respuestas... «Los 80» me sirvieron para darme cuenta de que cuando salí de la escuela, no sabía nada. Y que observando se aprende, y mucho".
Aunque no sueña tampoco con extender el éxito. "No me gustaría que «Los 80» se convirtieran en «Los Venegas». Debería terminar en un par de años. O en uno. Tiene que terminar bien".
Hoy tiene hasta grupos de fans en Facebook, pero él sólo sonríe. Y analiza con emoción el resultado del equipo. "Cuando terminó la primera temporada, vi que el trabajo de cámara es tan bonito, la musicalización, de pronto me sentí parte. En el proceso no tanto, estaba súper nervioso".
-¿Pasaste toda la primera temporada nervioso?
-Estaba ansioso. No sabía nada. Era mi primera vez frente a cámara. Y era atemorizante actuar con estos tremendos actores. No la quiero cagar, no la quiero cagar, no la quiero cagar (se parodia tapándose la cara y se ríe).
-Tras el casting, ¿tenías fe?
-Nada. Yo no esperaba nada. Yo estaba en Viña, haciendo teatro cuando me llamaron. Y recién cuando empecé a grabar me enteré con quienes estaba. ¡Impactante! Ahí sentí el peso de estar aquí. Tenía que ser una esponja. Mirar, mirar y mirar a mis compañeros. Son actores súper generosos.
-¿Dónde está el secreto?
-Primero, en la nostalgia. No sé por qué de esta época. Porque podrían ser los 70 o los 90, pero no ocurre lo mismo. Y que es una familia común y corriente. La mamá se parece a mi mamá; el papá, al papá de muchos; y en los hermanos, cualquiera se ve reflejado.
-¿Has llorado?
-Varias veces. Cuando Juan se encuentra con su papá, con quien tenía una relación que no existía. La escena es maravillosa. Y me pasó lo que le pasa a la gente, tengo una historia con mi padre que es similar. Con la Claudia, cuando a Martín le pegan...Cuando veo a la Tamara, ¡veo gestos de mi mamá! Ella habla como para adentro (la imita). ¡Igual a mi mamá! Es increíble.
-Y el nivel de exposición ¿cómo has aprendido a llevarlo?
-Al principio era atroz. Fue muy difícil para mí. Súper incómodo. Yo intentaba pasar desapercibido, pero de un momento a otro me empezaron a hablar en el metro, en los negocios, me hacían fotos, terminé escapando... Me daba mucho nervio que me miraran. En algún momento lo superé, y ahora es un agrado. La gente se acerca y es puro amor. Se acercan a contarme sus vidas. ¿Cómo no me voy a dar un momento para escuchar? Es un acto de mucho amor y buena energía. Y lo agradezco.