Cultura/Espectáculos
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Obra en el Santa Lucía inaugura el teatro de "sitio específico"

"Susurrus" se escucha a través de iPods y no tiene actores ni escenarios.  

por:  Alejandra Valdivieso, La Segunda
viernes, 30 de septiembre de 2011

Al comiezo del trayecto, en los patios del Castillo Hidalgo, los "espectadores" escuchan la historia.


Foto RIOLAB

Si tiene tiempo sin ir al cerro Santa Lucía y sin ir al teatro, esta puede ser una buena opción para usted. Y así lo ha pensado parte del centenar de personas que se han animado a "escuchar" la obra "Susurrus", que presenta la novedad de que cuenta la historia desde la reproducción de ocho tracks de un iPod y audífonosque le entregan a la entrada.

Así, uno combina la gracia de la primavera y de este lugar en concreto, con la del teatro. Deteniéndose en ocho "estaciones" se recorre por completo el cerro. En cada una se da "play" y, como el nombre de la obra lo indica, voces susurran una historia. Entremedio suena ópera.

Sentado en un banco, frente a una fuente, con el decimonónico castillo Hidalgo de fondo podrá inmiscuirse en esta historia escrita por Benjamin Britten, inspirada en "Sueño de una noche de verano", de Shakespeare.

La trama, a pesar del bucólico contexto y los gentiles susurros, es cruda. Se centra en los testimonios de una compañera de trabajo y los hijos del cantante de ópera Robin Goodfellow, un padre ideal sólo en apariencia.

Entre 60 y 90 minutos dura el recorrido, que se hace con funciones sucesivas de 12 a 16.30 horas.

La experiencia ya se realizó en Milán, Edimburgo, Londres, Irlanda, Alemania, Boston y Michigan; y en Latinoamérica sólo en Santiago y en Sao Paulo.

Si las voces le suenan familiar es porque lo son: Tamara Acosta, Coca Guazzini, Pablo Schwarz y Tito Bustamante.

Más allá de lo que se narra, el oyente vive una experiencia: la de "mirar escuchando", usando su imaginación. Y la del detenerse en silencio, pero contemplando y estando concentrado, en un espacio público.

"Aquí hay un involucramiento activo; esta obra no la podrías hacer en una sala", acota Javier Ibacache, desde dos veredas: de gestor de la iniciativa, como director de programación y audiencias del GAM, y como crítico de teatro.

En el GAM están interesados en profundizar en estas experiencias. Por eso el dramaturgo Juan Radrigán, flamante Premio Nacional de Artes de la Representación y que estrenó recién en este centro "Amores de cantina", ofrecerá este año un taller que tendrá una línea de desarrollo de textos para ser grabados y reproducidos, como en este caso.

La propuesta pretende inaugurar en el país el subgénero del teatro "site-specific", que se refiere a obras hechas para realizarse en un lugar determinado, fuera de una sala de teatro.

En una nota reciente, la revista "Brooklyn Rail" plantea que esta forma de teatro "la rompe en Nueva York" con obras en el Metro, en un cementerio y en el Central Park. Y analiza que esta tendencia "entrega a los artistas del teatro una forma de pensar sobre qué hace el ambiente al texto, o viceversa, qué hace el texto al ambiente".

También ha sido una buena opción para compañías emergentes que no consiguen salas para su montaje. Por lo tanto, "al crear en todos lados, están manifestando que el impulso para trabajar, no importa cuáles sean las circunstancias, está vivo, bien".

El término «site-specific», ha generado cierto debate. En su artículo de "Guardian", con el elocuente título "Site-specific? Por favor, sé más específico", Andy Field señalaba ya en 2008: "Me preocupa que el teatro convencional está meramente reproduciéndose a sí mismo, disfrazándose en formas radicales y pasando por otra cosa; mientras que aquellos que auténticamente están experimentando con los sitios están luchando en relativo silencio".

En nuestro país, "Susurrus" abre el subgénero y sigue convocando «paseantes-escuchas». Pero, oiga, es sólo hasta el próximo fin de semana.

 
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