Eduardo Arriagada
Profesor
Facultad de Comunicaciones UC
www.blogsuc.cl
@earriagada
Recuerdo que en los 90, eran los médicos los únicos profesionales que vivían siempre conectados. Utilizaban masivamente los servicios de los beepers, pagers o busca personas. Parece arcaico sólo recordarlo, sobre todo ante la llegada del reloj digital que Apple venderá a partir del próximo año. Con esto la carrera por la conectividad habrá dado una zancada más, y pronto será algo permanente y universal.
Si observamos a los espectadores de cualquier conferencia pensaríamos que existe una audiencia concentrada. Vemos a un grupo de gente aparentemente atenta, que guardan silencio mientras habla el expositor. Pero si nos fijamos más observaremos que la mayor parte tiene una pantalla en la mano, y distribuye su atención entre el podio y la pantalla. Las encuestas afirman que muchos van a conferencias para desde un espacio público seguir permanentemente conectado con sus propias redes, gran parte de ellas mucho más allá de la sala de conferencias. Y aunque hay expositores que todavía imaginan que lo gente le está escuchando, el más entusiasta puede llegar a pensar que las distracciones del público se deben a que están compartiendo sus frases en sus respectivas redes sociales… se acercará más a la realidad el que asuma que muchos están distraídos, es decir, “están ahí sin estarlo”.
Una de las primeras cosas que aprendimos de Google es que había creado un sistema que respondía todas las preguntas, excepto la más importante: “qué estaba haciendo la gente que te importaba”. Cuando Facebook respondió a esto, la red se hizo imperiosa, y ya no pudimos separarnos de ella. Antes lo digital nos conectaba a la Web, nos permitía recorrer todos los confines del mundo. Con las redes sociales y los aparatos móviles lo digital pasó a estar dominado por nuestra red social cercana. Lo digital terminó siendo además un intermediario que potencia nuestras interrelaciones personales, gracias al cual siempre estamos conectados con quienes nos importan y nos interesan.
La polémica hoy está en la conveniencia de permitir que los alumnos mantengan su conectividad dentro del espacio universitario. Comentando la inminente aparición de un reloj conectado a las redes, un experto, José Luis Orihuela, decía hace unos días que la conectividad era una condición cultural propia de los jóvenes, que teníamos que asumir. Para Orihuela la distracción de los estudiantes en clase puede estar más condicionada por las anticuadas formas en que se imparte la docencia, que por la tecnología que tienen a mano. El desafió del profesor o del conferenciante sería similar al de los medios o cualquier ser humano que busca la atención de otros en este mundo conectado.
Hace unos días también, un evangelista de estos cambios, Clay Shirky autor de Best Sellers “Aquí vienen todos, el poder de organizarse sin organizaciones” y “Excedentes de conocimientos, creatividad y generosidad en una era conectada”, sorprendió cuando informó que optó por prohibir en sus clases el uso de computadores, celulares o tabletas. Shirky llegó a la resolución luego de hacer clases prácticas y teóricas sobre estas tecnologías desde el año 98. Asegura que ha sentido progresivamente que sus alumnos conectados cada vez se distraen más: “Cuando se lo prohibí hubo cierto alivio, porque el multitasking tiene a muchos de ellos exhaustos”.
El cambio que promueve Shirky es pasar de un entorno académico donde los aparatos digitales están "permitidos salvo que se avise" a otro entorno donde están "prohibidos salvo que se pidan”.
Tras la disyuntiva, existe la duda de si es justamente el uso de estas tecnologías la que tiene a la gente cada vez más estresada y ansiosa o si esta usa intensivamente la tecnología para enfrentar esa ansiedad a la que la somete el día a día. Vemos que la gente pasa del correo electrónico al chat y deja de hablar por teléfono y opta por textearse con sus cercanos motivados por conseguir más eficiencia.
Sherryl Turkle, que fue definida por el diario inglés Finantial Times como la mayor experta internacional en la sicología de la tecnología, nos recuerda que la tecnología tiene exactamente el mismo poder de aislarnos como de conectarnos. Ella se inclina por la idea de que todos estos avances terminan siendo una carretera que puede usarse en ambos sentidos.
Turkle nos recuerda que tendemos a prestar más atención a la dirección que nos aísla porque es más novedosa y por lo mismo, más atractiva para los medios que nos explican estas realidades.
Igual el título de su libro es inquietante: Alone Together (solos acompañados, con la bajada:” porqué tenemos más expectativas en la tecnología y menos en los otros”. Turkle recuerda que el primer momento en que experimentó la sensaciónn de personas que están “solas acompañadas” fue cuando supo de una nieta que hablaba regularmente con su abuela por Skype mirándola a la cara mientras texteaba con terceros aprovechando que sus manos no están en la pantalla.