Se instalan en sus casas y generan ingresos con productos, como polerones con retazos, pesas para colegios hechos con toners reciclados y partes de matrimonio, entre otros.
Emprendimiento y esfuerzo son las características que unen a estos tres casos de microfábricas nacidas en campamentos y desarrolladas por mujeres que han logrado innovar para armar sus propios negocios.
Apoyadas por el trabajo conjunto del Fosis y el Techo, que a través de programas apoyan la generación de microfábricas en campamentos, barrios vulnerables y blocks, estas iniciativas tienen además la ventaja de que benefician sobre todo a mujeres, que es uno de los grupos, junto a los niños más pequeños, en los que más se concentra la pobreza.
"Una microfábrica en esencia es un proyecto asociativo, lo cual le permite al microemprendedor fortalecer sus redes, producir a mayor escala, ser más eficiente en sus costos y contar con un grupo de apoyo que le da mayor sostenibilidad en el tiempo a la actividad económica", explica el director del Fosis, Claudio Storm.
Ilusionarte: partes de matrimonio y manualidades a la medida
Blanca Contreras partió el año pasado con Ilusionarte, un emprendimiento ubicado en el Campamento La Maestranza de Estación Central.
La señora Blanca impartía clases de confecciones en perla, hasta que a través de Techo llegaron dos señoras que hacían tarjetas y partes de matrimonio y decidieron unirse. Al trabajo se sumó su hija, Claudia Corvalán, con la que sigue hasta ahora porque las otras dos socias dejaron el negocio.
También a través de Techo recibieron asesoría de voluntarios estudiantes que las han ayudado con el proceso de levantar una empresa. Diego Ramírez, de Ingeniería Comercial en la U. de Chile, es uno de ellos, y cuenta que llegó a través de un aviso de práctica "para asesorar a microemprendimientos (...) comencé a trabajar con ellas en abril del año pasado. La práctica duraba seis meses pero me gustó y me quedé".
La otra voluntaria es Nancy Godoy, diseñadora, que ayuda a las microempresarias con el diseño de las tarjetas.
A través del Fosis, obtuvieron $2.000.000 para comprar materiales: impresora, guillotina, computador y otras herramientas con las que confeccionan las tarjetas. Junto con esto, tanto Blanca como Claudia han tomado cursos de Marketing y Contabilidad en Sercotec, clases de Computación para perfeccionarse y clases en La Casa del Emprendedor de la comuna de Santiago.
Blanca cuenta que a fines del año pasado fue la época que tuvieron más demanda por las fiestas de fin de año. "Ahora más que nada hemos vendido rosarios grandes", afirma.
Ahora se encuentran preparando su participación en la feria de novios para la que invirtieron $600.000 y a través de la que esperan recuperar la inversión hecha.
Aerotoner: reciclar toners para fomentar el deporte
En la Villa Pedro Lira de Puente Alto se desarrolla un emprendimiento que mezcla el mundo público y privado, y que busca además de aprovechar una oportunidad de negocios, fomentar la sustentabilidad y la vida sana. Se trata de Aerotoner, una microfábrica compuesta por las hermanas Rosa y Paola Canales y Viviana y Ana Soto, que reciclan toners de impresoras y los convierten en pesas de 750 gr aprovechando todo el material.
Los toners son entregados por la empresa Dimacofi que además aportó con un capital inicial de $380.000.
Rosa cuenta que en diciembre del año pasado llegaron a ellas un grupo de cuatro alumnos de diseño del DUOC a través del programa Inclusivo de Techo, ya que estaban inscritas con la intención de en algún momento emprender un negocio. Los estudiantes les presentaron sus ideas y como ella afirma "desde que lo presentaron vi altiro una oportunidad".
Los toners se cortan, se les quita la tinta y se rellenan con arena hasta llegar al peso buscado. Otro de los valores agregados es que las mancuernas son de 500 gr y 1 kilo, mientras que éstas pesan 750 gr. Las etiquetas que revisten las pesas también son elaboradas por ellas.
Las pesas valen $5.000 el par y hasta ahora las han entregado a gimnasios municipales y colegios.
Aprovechando telas para innovar en diseño
Pamela González acaba de terminar de construir su taller en el patio de su casa en la población Patria Nueva de Huechuraba, en La Pincoya. Ahí fabrica junto a Carolina Cortés, esposa de uno de sus hijos, los polerones de su marca llamada Fragmento, cuya característica principal es que son hechos con aplicaciones con retazos de telas.
"Los hacemos con tela base que compramos y los retazos son los que desechan las fábricas grandes. Empezamos recolectando en Patronato y hoy tenemos a una diseñadora que nos regala retazos. Se llama Patricia Correa que hace trajes y cosas así. Usamos todo esto para hacer las aplicaciones", cuenta Pamela.
Ambas aprendieron a diseñarlos en un taller de aprendizaje popular por los comités de allegados de los campamentos. Para montar su taller, obtuvieron $2.000.000 de un fondo del Fosis (postulado a través de Techo) con el que compraron tres máquinas de coser, un computador, cajas plásticas para guardar materiales y el dinero para construir el taller. "Buscamos que combinen los colores y que no sean muy repetitivos ni muy chillones", afirma Pamela.
Hace un mes estuvieron en una feria en el Parque Bustamante y según cuenta, "se agotaron todos altiro".