Ante el diagnóstico de un trastorno en salud mental de un hijo, puede ser mayor el beneficio si los padres buscan apoyo para sí mismos más que para los hijos.
Foto Carolina Ortiz/La Segunda
Rosario Covarrubias
Psicóloga Clínica
Covarrubias.ro@gmail.com
Un importante número de niños son diagnosticados con algún cuadro o trastorno en salud mental; mucho más de lo que hace algunos años se hacía. Y si bien esto ha tenido algunas ventajas, el estrés que el diagnóstico genera en los padres acarrea dolor, dudas y muchas veces pensamientos culposos que les puede hacer difícil relacionarse sanamente con sus hijos.
Lo mismo sucede con hijos adultos que no saben cómo relacionarse con sus padres ya mayores, cuando estos son diagnosticados con algún trastorno mental.
Es difícil, implica un duelo porque para algunos padres sus expectativas no se cumplieron, otros tal vez no tenían expectativas específicas pero les preocupa que el niño o niña sea feliz y que no sufra, y las dificultades que ven en ellos les hacen temer cómo serán acogidos por sus pares y por el medio.
Un diagnóstico certero representa un aporte porque detrás de éste se han sistematizado estudios de tratamiento que aplicará el grupo de profesionales multidisciplinarios —psicólogo, terapeuta ocupacional, psicopedagogo, etc.— que habitualmente requiere el niño para nivelarse con sus pares.
Sin embargo, ante este veredicto, la familia necesita empatía y contención que en muchos casos no recibe y se siente a la deriva en la búsqueda de la mejor solución para sacar adelante a sus hijos, en un escenario que no asegura resultados.
Cada diagnóstico enumera un conjunto de características, aunque no existe ninguno que se dé de una misma forma en diferentes personas.
El afán por ponerle nombre a las cosas para darnos la impresión de que con eso podemos “controlarlas”, implica algunos riesgos. Además de ser frustrante porque no conseguimos ese objetivo, puede llevar a desdibujar a quien queremos, cayendo en un comportamiento analítico donde vamos chequeando qué particularidades de esa persona están o no presentes entre un listado de comportamientos que el profesional de la salud describió como propias de su cuadro.
Debemos tener cuidado de que el diagnostico no dificulte ver la individualidad de un hijo. El reconocimiento del otro como alguien distinto y valioso es un aspecto central de la salud mental. Si nuestra mirada se centra en una descripción de un cuadro, no logramos ver lo particular, por ende, no favoreceremos el desarrollo de su sana autoestima, fundamental para la adaptación al entorno.
Todas las personas podríamos ser clasificables en alguna categoría, por ejemplo, en un eneatipo o en un conjunto de rasgos de personalidad. Sin embargo, el ser humano es más complejo que eso, no somos reductibles a una o a un grupo de categorías.
Los diagnósticos son peligrosos si es que cambian nuestra mirada sobre la persona diagnosticada. Detrás del cuadro está la misma persona, profundamente amada, y no importa la nueva información de la que dispongamos, nada hará cambiar la esencia que hace que ese hijo sea nuestro hijo o hermano o quien sea.
Si bien es fundamental en muchos casos dar tratamiento, ya sea terapéutico o medicamentoso, a veces es aún más importante que los familiares busquen apoyo por ellos mismos.
El poder desahogarse con un profesional que tenga la capacidad de comprendernos, contenernos y guiarnos es fundamental para lograr tranquilidad y estabilidad en los nuevos desafíos que enfrentarán.
Esto nos ayudará a aceptar y tratar amorosamente a un hijo que nos necesita, y si la dificultad por asumir lo que nos duele nos impide verlo tal como es, podemos tergiversar el problema, minimizándolo o maximizándolo.
Si aceptamos a nuestros hijos en su diversidad nos será más fácil ayudarlos a descubrir y desarrollar su potencial, el que por lo demás no conocemos .
Más que proporcionar contenidos, debemos entregarles amor, tranquilidad, aceptación, límites y admiración por sus logros, con el objetivo de que crezcan con la confianza necesaria para que se desarrollen aceptando sus dificultades, reconociendo sus cualidades y los recursos con que cuentan, lo que les permitirá aprovechar las oportunidades que se les presenten.