Por Rosario Covarrubias M.

Tomar conciencia y tener un mayor control sobre aquello que nos hace bien es fundamental para sentirnos en paz.

Pero realmente ¿sabemos qué factores inciden en ello, qué nos pone contentos, qué nos hace felices, qué nos pone de mal humor?

Sugiero hacernos las siguientes preguntas:

¿Qué tipo de pensamientos predominan en mí?

- Tengo mala suerte

- Nací bajo una buena estrella

- Me falta una red de apoyo

- Tengo muy buenas amistades

- Todo se lo debo a mi esfuerzo, nadie me ha regalado nada

- Cuando realmente he querido algo, las cosas fluyen y lo he conseguido

- Nada me ha resultado como he querido

- Estoy convencido/a de que las cosas realmente pasan por algo

¿Qué emociones y sentimientos suelo experimentar?

- Alegría

- Tristeza

- Miedo

- Ansiedad

- Serenidad

- Ternura

- Rabia

- Desánimo

- Otros

¿Cómo vivo mi cuerpo?

- Me siento cómodo/a

- Me siento incómodo/a

- Soy ágil

- Soy torpe

- Le dedico unas horas al día

- Le dedico unas horas a la semana

- Hago deportes (de 1 a 6 veces a la semana)

- Le dedico tanto tiempo que prácticamente no hago otras cosas

¿Concibo una dimensión espiritual en mi vida?

- Vivo la vida como si existiera algo más allá del aquí y el ahora

- Creo en la trascendencia

- Creo que todo comienza y termina en este mundo

- No entiendo los acontecimientos que no dependen de mí

- Acepto que hay hechos o fenómenos que no entiendo

¿Cómo me relaciono socialmente con las personas que me rodean?

- Les doy suficiente importancia

- Me limito a la interacción estrictamente necesaria

- Me siento cómodo/a trabajando en equipo

- Prefiero trabajar solo/a

- Valoro la diversidad dentro del grupo que me rodea

- Prefiero estar con gente que se parezca a mí

- Tengo amistades personales profundas

- Las relaciones virtuales me parecen suficiente 

A veces el solo contestarnos estas preguntas nos permite detectar los cambios que necesitamos.

Cada quien dirige sus pensamientos; éstos no son impuestos. Nuestros sentimientos se entrelazan con ellos y con nuestro cuerpo, por ende, también podemos aprender a dirigirlos.

Somos constantes generadores de pensamientos, segundo a segundo creamos nuevos.

La construcción de pensamientos de una persona optimista lo hace ver la vida como una fuente de oportunidades donde continuamente se encuentra con personas bien intencionadas. Por el contrario, una persona pesimista percibe la  vida anticipando dificultades.

Si nos damos cuenta que nuestra forma de ver las cosas nos resulta dañina, podemos cambiar de perspectiva. No somos esclavos de nuestros pensamientos, tenemos la capacidad de modificarlos en cuanto tomamos conciencia  que nos limitan.